“Lo hizo eco todo un pueblo, apedreando de impotencia la injusticia de otro entierro ,de la muerte ya anunciada por los aires de estos tiempos de la vida despreciada. Aunque se supo el motivo el pueblo que protestó se quedó sin compromiso. Y denuncio que no es justo tanta muerte que el silencio nos aleja que hay caminos diferentes. Y denuncio que son tiempos de otra gente que ya nos llegó la hora de entender la libertad. Responsable, yo me siento responsable, me hago cargo de mis miedos, mi egoísmo y mi ilusión. Me hago cargo y también sigo esperando que aparezca quien nos salve, olvidándome de Dios. Yo no sé qué habrá pasado en el pueblo de novela después del asesinato, Yo sé que pasó en el mío, donde el llanto sin sonido nos desvela el corazón…”
Con el corazón en un
puño escribo estas líneas mientras en mis oídos resuena una y otra vez el tema
de mi Sole de Arequito que hoy festeja 26 años de aquel día que nos cambió la
vida a todos cuando se subió por primera vez a la PROSPERO MOLINA y nos dio
catedra de cómo ponerse los sueños al hombro, acompañada tan solo por dos guitarras,
un bombo y un poncho.
Inevitablemente por estos días la vida de todos los que vivimos aquí nos dio un giro de 160º, porque de repente en un abrir y cerrar de ojos todo se volvió dolor, impotencia, muerte, miseria humana y una tristeza infinita de ambas partes.
Entonces intento
ponerme en el corazón de esa madre que se quedó sin su hijo, en ese dolor que
no se compara con nada en este mundo, en la impotencia de ver una vida joven
arrebatada en un segundo, con un montón de sueños truncos que seguramente “Porfi”
tendría por delante. Y se me desgarra el alma porque uno no sabría cómo seguir
adelante, sin embargo ahí la ves, entera, con el alma hecha pedazos pidiendo
justicia por su niño, en una sociedad donde muchas veces reina el egoísmo, la
diferencia de clases sociales, como si tener unos pesos más nos hace mejores
personas, cuando la realidad es que no.
Pienso y me duelen los
sueños que ese pibe que recién empezaba a vivir ya no va a poder cumplir, esos
abrazos con los suyos que ya nunca más van a volver, esas oportunidades que
tampoco tuvo para salir adelante porque acá parece que tenes que ser de una
clase social determinada para tener oportunidades o pertenecer al partido de
turno que gobierna para que se te extienda una mano y esa mama que se quedó
rota en mil pedazos porque con su niño se fue también su corazón.
Y también aparece en
mi mente la imagen de A., mientras pienso una y mil veces en que momento vos
y J. dejaron de ser aquellos seres
queridos de mi niña , pibes que vi
crecer y que a pesar de que hace muchos años deje de ser parte de esa familia
siempre tuvieron ese respeto hacia mi. No logro imaginarme en que momento dejaron
de ser esos pibes para creerse con el derecho de arrebatar una vida, no lo
entiendo por más que lo piense y piense una y otra vez, no logro entenderlo.
Así como intento
ponerme por un segundo en el lugar de esa mama, también aparece ante mis ojos
la tristeza y la desolación de un abuelo de 70 años que vio como en un segundo
el fuego se llevó todos sus años de sacrificio, de lucha y de hacerse camino al
andar. Pienso humildemente que cada uno de nosotros es dueño de sus actos,
entonces tampoco entiendo porque tanta violencia, porque destruir un hogar que
costo tanto, y como me hago cargo de lo que digo y lo que pienso a mí no me va
el hecho de dejarse llevar por la impotencia, por las emociones y demás yerbas
con las que intentan disfrazar la barbarie que hicieron. La justicia es lenta,
lo sé, esto era una crónica anunciada, también lo sé. Que se pudo haber
evitado, claro que sí, pero quien esté libre de pecado que arroje la primera
piedra .Entonces de pronto todos nos ponemos en jueces y verdugos, de
protestar, acompañar a una mama por justicia, pasamos a ser justicieros. Y ahí es
donde me vuelvo a preguntar ¿Qué tanta distancia hay de aquellos que le
arrebataron la vida a un pibe con aquellos que incendiaron una vivienda de unos
viejos cuyo único error en su vida fue ser padres, buenos o malos, eso ya es
harina de otro costal, acá nadie nace con un librito de cómo hacerlo y los
hijos una vez que crecemos tomamos nuestras propias decisiones de vida.
Después están los
opinologos, aquellos dueños de la verdad que sentados detrás de un teclado de
un celular, se sientan a opinar de quien es cómplice y culpable, sin pensar que
detrás de ambas familias hay tíos, hermanos, sobrinos que sufren sin culpa las
consecuencias, eso también duele, hiere y a mi humilde entender es innecesario,
porque como le decía a alguien que no acepta una opinión diferente a la suya y
se pone en juez como tantos otros, debemos ser responsables a la hora de
hablar, porque uno nunca sabe cuando te va a tocar estar en la misma vereda.
O aquellos que usan un
hecho así para sus intereses políticos cuando alguna vez tuvieron la oportunidad
de cambiar esta historia hicieron oídos sordos pues eso les convenía. Acá no
hay justos ni pecadores, acá hay dos familias destrozadas y un pueblo que ya no
va a volver a ser el mismo, porque va a tener que correr mucha agua debajo del
puente para que mi pequeño lugar en el mundo deje de tener esa tristeza que hoy
inunda sus calles.
Hoy me dejo ganar por
la tristeza, por esa impotencia y esa incertidumbre que nos rodea a todos los
que vivimos acá, una parte de mi pide justicia, resignación y fuerzas para esa mama,
mientras que otra parte de mi deja salir esa voz que grita dentro mío y que me
hace decir lo que siento y pienso sin importarme el que dirán.
Yo no escribo para
agradar a nadie, suelto lo que siento, a puro corazón nomas, tengo la suerte de
que muchas veces mis palabras suelen ser eco de lo que piensan muchos, como también
sé que hay quienes no coinciden con mi pensar. Estos días escuche la palabra
grieta , y no sé qué otra cosa más, pero miro hacia adentro mío, y recuerdo lo
que me inculcaron mis viejos, y añorando quizás miro hacia atrás, y elevo una
plegaria al cielo, y le pido a mi Virgencita de Itatí, porque mi pueblo deje de
tener miedo, porque se haga justicia y no quede como un caso más, por esa madre
y por “porfi” para que puedan encontrar la paz, por ese viejito que se quedó sin
su hogar, y hoy con el alma rota y los
años encima tiene que volver a empezar, pido y rezo con todas mis fuerzas por
mi querido Mocoretá
Me despido mientras
preparo mis amargos, y escucho de fondo bajito, una vez mas a Soledad, que me
canta al azar “compadre que tiene el vino” quizás como un presagio de lo que se
viene de ahora en mas, los veo en una próxima historia, espero que en un futuro
el duende que me trae historias, me vuelva a sonreír bonito y me vuelva a
endulzar, para que pueda transmitirles a ustedes un montón de cosas lindas, alegría,
buena música, y una historia de esas que tanto nos gustan y que nos hacen
suspirar.
HASTA LA PROXIMA
CHAMIGO!
Betty