Pueblito de mi alma, que me cobijas tan lindo, que
abrazas mi alma y sabes curar cualquier mal. Lugar que supe extrañar tanto
andando lejos, y que cuando me peso el corazón de tanto añorarte, simplemente volví
sobre mis pasos y regrese al único pedazo de tierra en que todo para mi tiene
sentido: mi lugar en el mundo, mi Mocoretá.
Tengo grabadas tantas charlas con amigos y con gente de
afuera que no entendía por qué yo cada vez que podía, cada vez que me daban un día
libre, preparaba mi guainita y recorría con gusto los km que me separaban de mi
pueblo. Solían decirme tantas veces, como es posible que viviendo en un lugar
de tanto turismo, progreso, crecimiento, playas y demás, vos elijas volver cada
vez que podes a un pueblito pequeño, de apenas 7000 habitantes en esos años, y
con apenas 3 cuadras de asfalto; si teníamos solo 3 de guapos nomas que somos.
Por aquellos
tiempos yo solía decirles a quien quiera escucharme, que mi pueblo era mágico,
porque como dice mi sole de Arequito en ese tema que le dedica a su tierra,
cada vez que yo cruzaba el puente que une Entre Ríos y Corrientes, todo aquello
que dolía, y que venía a curar, simplemente desaparecía.
Explicarles lo que siento al vivir en mi lugar en el
mundo simplemente no me sale, pues por más que lo intente no me salen las
palabras; se me forma un nudo en el pecho y me brotan un montón de lágrimas,
porque lo feliz que yo soy acá, no se compara con nada.
Aquí duermen
intactos los recuerdos de mi niñez, jugando con esa inocencia sana, las
aventuras de mi adolescencia que me hacían soñar tan bonito, aquí me convertí
en mamá de una morenita de cuento de hadas, y hoy estreno orgullosa el mejor título
que me pudo haber dado mi guainita y que me hace tan afortunada: ser abuela de
un gauchito llamado Nicolas, que vino a mi vida a enseñarme que aún me queda
una vuetita más a esta vida para rumbearla. Yo soy feliz con las cosas simples,
con la alegría cotidiana, entonces me da alegría cruzarme a mi amigo Carlos,
cenar con él, fernet de por medio y recordar casi sin necesidad de emitir
palabras miles de anécdotas del pasado, porque así nos entendemos con Carlos,
con tan solo mirarnos. O cruzarme a la carnicería de mi amigo Ale, que me
reciba con esa alegría que solo él tiene al verme y charlar de pasada, o
perderme en los abrazos interminables que suele darme mi amigo Damian, que
arman cada partecita rota que yo pueda tener, mientras me reta por alguna
macana que seguramente me mande y que me asegura un sermón de esos que suele
darme sin filtro para que yo la entienda con ganas.
Podría contar mil cosas que me hacen feliz, pero no hace
falta mencionarlas. Hoy la razón que me mueve a escribir estas líneas es algo
que me nace del alma, estuve todo el día intentando no soltar mis palabras pero
ya no pude frenarlas. Anoche nos fuimos a dormir todos con el alma hecha un
trapito, nos pasó por arriba un huracán de malas noticias, nos golpeó feo esta
realidad tirana.
En medio del caos de las últimas noticias, nos ganó la
tristeza, la incertidumbre de no saber que pasara, el no tener la certeza de la
magnitud del daño causado.
Y es que esta enfermedad maldita no sabe de clases
sociales, de credos ni de códigos, solo arrasa todo a su paso, rápida, certera
y sin importarle nada.
De repente todo
fue locura, ira, nos convertimos en jueces y verdugos, aun sin conocer la versión
oficial que mas tarde nos confirmaría lo que sospechábamos: en Mocoreta, se
confirmaban dos casos positivos de COVID 19, y el alcance del daño ocasionado
se conocería recién dentro de una semana. Hoy tuve que salir, como cada vez que
me toca abastecernos con mi familia, con miles de cuidados, como vengo haciendo
hace mas de 50 dias, con el corazón en un puño por miedo a traer algo malo al
regresar a casa y que afecte a los mios, y recordé una vez mas a aquellos héroes
sin capa de los cuales les estuve hablando este tiempo, que tienen que salir a
hacer patria, sin opción, solo para ayudar a los demás, y por tener la vocación
intacta.
Déjenme decirles
chamigo, que lo que vi hoy me desgarro el alma, porque mientras recorría las
calles de mi pueblo, me encontré con una tristeza infinita, con una sensación rara,
mezcla de impotencia y miedo, porque lo que pensábamos lejano, hoy convive con
nosotros y nos acecha mas cerca que nunca.
Hoy las miradas ocultas detrás de los barbijos, solo me
mostraron miedo, dudas, tristeza, rabia, sentimientos desencontrados porque no
sabemos lo que pasa.
Yo no soy quien para juzgar a nadie, siempre supimos que
no estamos exentos de nada, que un día simplemente esto iba a pisar suelo
correntino, y se iba a instalar como si nada. Hoy por primera vez en muchos
años, sentí a mi pueblo triste, herido, golpeado y desconcertado.
Yo siempre
disfruto de recorrer sus calles, pero hoy de repente sentí la necesidad de
volver rápido a casa, y perderme en la seguridad de mi familia, de los míos,
los que me esperan preocupados. Deseo con todas mis fuerzas, que esto no sea lo
que nos dicen, que lo que nos han ocultado sea por una buena causa, que se
tomen las medidas correspondientes, que podamos dar batalla. Sé que se vienen días
difíciles, y que vamos a toparnos con la difícil tarea de ver a nuestros seres
queridos expuestos a esta locura del Covid 19, se que muchos de nosotros vamos
a estar contagiados, y que vamos a salir adelante, como también tengo la
certeza de que quizás algunos no puedan lograrlo y se nos va a ir el alma en
esos que ojala no sean tantos.
Me duele el alma de solo pensarlo, prefiero ser positiva
y apoyarme en lo que me mantuvo a salvo todos estos años: sé que en mi lugar en
el mundo, en mi pueblito añorado, todo lo malo por alguna razón pasa, y
superamos cualquier obstáculo. Hoy más que nunca sostengo que mi pueblo es mágico,
y que de esta también vamos a salir intactos. Rezo y pido a Dios y a mi
Virgencita de Itati que nos cuide, nos de la fortaleza para salir adelante, que
lo que se escucha allá afuera, solo sea una amenaza, y que dentro de dos
semanas, recordemos estos momentos, con un dejo de tristeza, pero con la calma
de la situación controlada.
La yapita de
estas líneas, se la dedico a los que una vez más nos cuidan, que no pueden
quedarse en casa, abrazo fuerte a los médicos, enfermeros, paramédicos, a
nuestras autoridades, bomberos y a todo aquel que desempeña una tarea
fundamental para que nuestra ciudad siga funcionando. Gracias Yoha, por ese
gesto gigante de dejar por un instante todo lo que tenes que hacer, que se es
mucho, y atender mis inquietudes, vos sabes. A vos Pato, por no dudar cuando te
pedí un favor y te pusiste a disposición sin dudarlo, y a todos aquellos que
que hoy salen a poner el pecho por nuestra localidad para que nosotros nos
podamos quedar en casa.
Podría decir mil
cosas, tengo un par atragantadas, mezcla de impotencia y rabia, pero que no
conducen a nada, cada uno con su conciencia se arreglara y dará largas charlas.
Ojala y mi próxima historia sea para contarles que salí a comprar, y las calles
de mi pueblo me vuelvan a regalar esa alegría contagiosa, que me hace demorarme
más de lo previsto, y que provoca el enojo de mama porque me quedo a charlar
con todos. No se cuánto ira a durar esto, solo se y tengo la certeza, de que
esta historia la vamos a contar a nuestros nietos; el día que mi lugar en el
mundo le supo dar batalla a un enemigo invisible que nos quiso doblegar.
Hoy las palabras
de Julieta, la enfermera de mi pueblo, vuelven a mi mente y me hace pensar que
es cierto, que nosotros somos elegidos, para librar esta batalla, porque somos
capaces de vencerla y salir adelante. FUERZA PUEBLITO QUERIDO, QUE DE ESTA TAMBIÉN SALIMOS TODOS JUNTOS, COMO AYER, COMO SIEMPRE, COMO SUPIMOS HACERLO
TANTAS VECES.
HASTA LA PRÓXIMA HISTORIA
BETTY DE
MOCORETA CORRIENTES