Buenas y santas diría un paisano, que hoy
cuando me trajo esta historia, quizás como un presagio de lo que vendría, me
regalo música de Italia, de esas que evocan nostalgia, vivencias y noble vida.
Así llego a mi la historia de don Juan Fochesato, “DON FOCHE” para todos .
Para los que recibimos el regalo yapita de ser abuelos; sabemos que el lazo con
los nietos; es un pacto de amor distinto, puro, sano, mezcla de ternura y admiración,
de risas y emoción contenida cuando nos dan un abrazo; y de tantas cosas más; que los que como yo pueden vivirla, sabrán de que les hablo. Así es el cariño
de la dulce Cecy, una piba buena gente y de sonrisa fácil; con su abuelo don
Juan; esta vez en calidad de vocera oficial de toda la familia, para
contar la historia de ese inmigrante nato, que vino desde tan lejos, siendo un
niño, a hacer de Argentina su patria.
Don Foche llego a nuestro país allá por 1922
con tan solo 4 meses de vida, escapando junto a sus padres de la gran guerra
mundial, la primera, que afecto la dinámica de gran parte de Europa, y en la
que Italia no quedo ajena. Así fue como llego a nuestras tierras, y se alojó en
el Hotel de Inmigrantes en Bs. As primero para después , a través del Estado,
con la Ley de Inmigración y colonización N°817, dictada por el Congreso, en la
presidencia de Nicolás Avellaneda en 1876, se le concedió junto a sus padres
tierra para labrar en Villa del Rosario, donde vivió varios años, para luego
trasladarse a San Ramón, Entre Ríos, donde un joven Juan Fochesato, sellaría
su destino cuando se enamora de Esther
Jacinto, y con quien formaría una de esas historias de amor que a todos nos
gusta contar a los nietos, y que resisten el paso del tiempo, y va pasando
orgullosa de generación en generación. Se casaron un 12 de Junio, allá por
1948, me agrega cecy como dato anecdótico.
Los 15
hijos, 41 nietos, 53 bisnietos y 6 tataranietos, resumen la vida de mi protagonista
de hoy, dueño de unos ojitos celestes y una mirada, mezcla de ternura y
nostalgia, que cuando me lo suelo cruzar por las calles del pueblo, me provoca
ese nudo en la garganta que es inevitable pues me conecta directamente con un
nono cabeza blanca que alegra mis días, muro de por medio, cuando me pone esos
chamames y se sienta mirando lejos, mientras recuerda nostálgico.
Antes de llegar a Mocoretá,Esther y Juan,
se radicaron en Colonia San Andrés, Colonia Raceta mientras iban formando esa
linda y numerosa familia que hoy habita en mis pagos.
Los vecinos de don Juan, o quienes pasan
por el frente de su casa actual, suelen
ser testigos del sonar de su inseparable bandoneón, con el que evoca viejas melodías,
que supo tocar, y que fue su fiel acompañante en las fiestas familiares.
Zulma, una de sus hijas, quien lo visita
todos los Sábados sin falta, nos hace de cómplice de anécdotas y nos cuenta que
de pequeños, cuando venían a comprar
provisiones en zulqui, rezaban desde que salían hasta llegar a destino,
pidiendo a Dios que los proteja.
Todos los días, sin excepción, si pasas por
su casa, y después de tomar su mate, lo vas a ver sentado en su banquito, haciendo sus deberes como el los llama. Allí se mezclan los rezos, con las canciones
patrias, para Don Juan sus obligaciones, son inamovibles y sagradas.
Dueño de un espíritu pocas veces visto, con
sus 97 a cuestas, no se pierde reunión familiar, y cada vez que puede toca su bandoneón, como solía hacer en
aquellas épocas en las colonias.
Don Juan es el
bailarín mas solicitado, de las hijas, nietas y familiares, ya que te baila
todo tipo de ritmos, desde un paso doble, pasando por una tarantela de su amada
Italia, chamame, hasta una cumbia de ahora.
Hombrecito rudo y fuerte, que aun corta leña
con su hacha, que cuida y mantiene su huerta, y que realiza sus quehaceres
solito, no porque no quieran ayudarlo, sino porque el orgulloso se las apaña.
Entonces no es de extrañar, que te lo cruces, sentado esperando a la sombra de
un árbol, para pagar el agua, por ejemplo, o caminando a hacer sus compras, a
paso lento y tranquilo, y que se pone a charlar si se cruza con algún conocido
como si nada importara; el tiempo para don Foche, pasa distinto, y mientras
nosotros corremos sin sentido en nuestra rutina diaria, para él, la vida
transcurre tranquila, sin prisa, como
congelando cada instante para recordar mañana. También se hace tiempo
para visitar sus hijos, según me cuenta
Cecy, y es de lo más normal que se le
aparezca a cualquiera de ellos, a charlar y a tomar mates; eso sí ;después de
verlos un rato, pega la vuelta a su casa, donde lo esperan sus deberes,
terminar alguno que otro encargue, y acostarse tempranito, ya que al día
siguiente, cuando el reloj marca las 5,Don Foche arranca su jornada.
Si tengo que hablar de una anécdota
especial con don Juan , mi mente regresa
de pronto a un Acto del 9 de Julio, en Nuestra Iglesia del pueblo, una mañana
de esas soleadas, cuando por casualidad yo estaba con mi cámara, tomando fotos,
y de repente mientras entonaban el himno, veo paradito al lado de la virgen, un
hombrecito de boina negra, bien abrigado, ajeno al resto de lo que allí
ocurría, cantando orgulloso nuestras estrofas patrias, mientras la miraba
absorto, perdido en sus pensamientos, como quien mira a un ser que ama.
Y es que para el abuelo de Cecy, hay dos
fechas que también son sagradas: el día de la fiesta de la Virgen y la del 1 de
Mayo, no importa lo que pase, el todos los años dice presente; suele formar
parte de la procesión que se hace, y como todos los que vivimos acá, se
viste de fiesta y rinde homenaje. Quiso el destino que pudiera capturar uno de
esos momentos, y poder expresar lo que sentí al verlo emocionarse ese día, como
uno de esos bellos milagros que me regalan las calles de mi lugar en el mundo.
Cliente fiel de su hija Mabel, Don Juan vive
gracias a Dios, ajeno a muchas cosas que pasan por estos tiempos, cualidad que
le envidio a mi protagonista; yo también a veces quisiera vivir, ajena a esta
locura en la que vivimos inmersos, y que no nos deja muchas veces disfrutar de
las pequeñas cosas, esas que realmente son importantes.
Uno de los pasatiempos que aún conserva y
que ha sabido ser una de sus tantas profesiones, es la de trabajar con
curtiembres ;todavía suelen llevarle que haga rebenques por ejemplo, por
mencionar algunos de sus trabajos.
Si de enfermedades se trata, la cosa es más
simple, ya que solo se cura con una
conocida marca de aspirina y un caramelo de esos fuertes si lo aqueja algún resfrió; no hay quien se atreva a contradecirlo; pero sin duda ayuda y mucho; el hecho
de tener una salud a prueba de balas.
Don Juan tiene más historia que vida,
seguramente más anécdotas que años, su historia podría llenar páginas enteras,
dándonos a todos lecciones de familia, de sueños, de desarraigos. Quizás un día
se anime, y se decida a soltarlo.
Los que lo quieren y lo cuidan, su familia,
sus afectos más cercanos, lo disfrutan orgullosos. No cualquiera tiene en sus
vidas un abuelo como Don Foche; por eso es motivo de orgullo cada vez que se
acerca la fecha de su cumpleaños, en las fiestas familiares, o en los momentos
cotidianos.
La yapita de este cuento me la trae mi amiga
Cecy, la ideóloga de este pequeño homenaje, cuando cuenta que una vez, para el
dia del abuelo, fueron a visitarlo con Kari, su hermana a llevarles tortas
fritas que guardo celosamente, y les invito Whisky con Jugo de Pomelo, medio tempranito nomás, pues eran
las 3 de la tarde, mientras las vigilaba atentamente para que no se les ocurra
engañarlo con probar solo un traguito y dejarlo. Nobleza obliga les cuento que esto paso el año pasado, así que ambas
estaban aptas para ese trago, digo, por si las moscas, no vaya a ser cosa que sean
tan mal pensados.
Si le pregunto a Cecy, que ve detrás de esa
mirada nostálgica que suele tener su abuelo, mi amiga responde que aunque
siempre fue poco demostrativo ;sin duda alguna;cada vez que recuerda a su
Esther, sus ojitos se llenan de lágrimas, entonces toma su bandoneón, y canta
música de su Italia, esa que le permite transportarse a sus comienzos, a sus
orígenes, a su historia de amor soñada, perdido entre sus recuerdos; y que quizás aunque sea por un ratito, le traen un poquito a su amada.
Este 10 de Abril don Foche cumple 98 años, y
una de sus nietas, quiso homenajearlo; no fue fácil escribir estas líneas,
porque mientras Cecy me la contaba, me dejo ver, ese lazo que la une con su
abuelo, y que es difícil de explicar con palabras.
Ese lenguaje de abuelo y nieta que no conoce
de fronteras, ni de tiempos, ni de nada, solo es amor del bueno, de esos que te
alegran el alma.
FELIZ CUMPLE A DON FOCHE, INMIGRANTE NATO DE
MI PUEBLO, QUE VINO DESDE SU ITALIA, Y HOY LO PODEMOS DISFRUTAR, AQUÍ NOMÁS,
CERQUITA, EN MI LUGAR EN EL MUNDO,Y EN ESTOS TIEMPOS DIFÍCILES,DONDE SE HACE NECESARIO VALOREMOS Y CUIDEMOS A NUESTROS ABUELOS, QUE SI LES TOCARA HOY, DAR SU VIDA POR NOSOTROS, LO HARÍAN SIN SIQUIERA PENSARLO!
HASTA LA PRÓXIMA HISTORIA CHAMIGO
BETTY DE
MOCORETÁ CORRIENTES
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